We didn’t know then, but it had been there. More like a subtle shift, something that wasn’t supposed to change anything, yet ended up changing everything. It was too late, we couldn’t stop it in time. It started slowly, carefully.
We didn’t talk about it, the change in the light.
Martes, 142 de marzo. Acabo de llegar del último regreso.
Llueve con la luz ambarina de las cuatro de la tarde, su foco solar enmarañado entre nubes desmembradas. Suelto mi bolsa y los destellos se escurren por mis brazos al quitarme el vestido. Las horas transcurridas entre dos cafés y una tarta de limón, que aún arde en la boca de mi estómago, dejaron sudor en mi nuca, enjugado tras cabello recién cortado. Caminé tramos enteros de avenidas baldías para avivar mi anhelo por el asfalto hirviente, por los muros intervenidos y la fragua poscolonial, pero ahora que las paredes…
Son las seis y diez cuando bajo del taxi.
El aire lastima mis fosas nasales mientras paso junto a las casas recién pintadas y el empedrado de la banqueta adquiere el mismo color que las sombras vespertinas, ese tono frío de la arcilla mojada. La calle parece más definida con esa textura vinílica rejuvenecida, pero las raíces y troncos de sus árboles –bien rasurados– a penas logran revelar las marcas de su edad verdadera, como líneas de expresión maquilladas por tijeras y brochas.
Me detengo un instante a media cuadra de La Casa. Inhalo profundo y esa desesperación paradójica por…
Silvia no es mi mejor amiga. Yo dejé de tener mejores amigas hace mucho tiempo.
Puede ser que mis intentos por traducirla a versión texto la hagan parecer invención mía, a fin de cuentas, mis colegas del diplomado solían decir que era mi amiga imaginaria, ya que casi nadie de mis conocidos la ha visto, pero su nombre aparece como una muletilla en la pobre estructura de todas mis conversaciones al iniciar una que otra frase con: “Silvia dice…”
No obstante, más que una ovación a su magnánima personalidad, a sus ocurrencias elegantes y a su ridícula limpieza discursiva, mi…
Tengo la sensación de que vivo en una ciudad fantasma.
Salgo de mi casa y espero la Ruta 12 que hace parada en el zócalo. Me puse mis botas negras y rotas, y el vestido azul con dibujos de bichitos. Me pinté los labios y las pestañas, y me eché perfume del caro. Espero sola, así que saco una moneda de diez pesos junto con los audífonos eternamente enredados de mi bolsa mientras llega mi carruaje. Alzo la vista y luego el brazo derecho en esa señal para “hacer la parada” en cuanto el camión da vuelta en la última…
En mi cuarto hay cajones que no se abren, marginalizados del resto del “abrir y cerrar” y “sacar o meter” más cotidianos. Dentro de estos cajones hay cajas que tampoco se abren, asignadas a una posición estratégica como un punto ciego en el deslizar predilecto de la yema de mis dedos a través del espacio restante. Cápsulas del futuro que quedan rezagadas en la utilidad simultánea de otros objetos, exentas de fatiga motriz, porque desarrollan cierta inmunidad a mi reconocimiento accidental y, en algún otro punto menos ciego de la posteridad, el refinamiento o deterioro de mis hábitos va a…
There is nothing left for me but to keep writing. Write and write until I understand it, me. Perhaps.